La conocida «cuesta de septiembre» y el síndrome postvacacional. Aunque suele asociarse con la vuelta al trabajo y la rutina, también afectan a las personas mayores.
¿Por qué afecta a las personas mayores?
El retorno a la rutina puede ser un desafío para las personas mayores, que a menudo encuentran en las vacaciones un cambio positivo en su día a día. Al volver a su hogar, pueden enfrentarse a sentimientos de soledad o incluso a la percepción de que sus responsabilidades, aunque diferentes a las laborales, siguen presentes. Además, es fundamental no confundir estos síntomas con los signos del envejecimiento. Es un error común interpretar la fatiga o el bajo estado de ánimo de los mayores como algo inevitable debido a la edad, cuando en realidad puede tratarse de una respuesta emocional a la transición de vuelta a la rutina.
Consejos para abordar el síndrome postvacacional en mayores
Para minimizar el impacto del síndrome postvacacional en las personas mayores, es esencial adoptar una serie de medidas preventivas:
- Adaptar la rutina gradualmente: Al igual que cualquier persona, los mayores pueden beneficiarse de una transición suave de regreso a la rutina. Incorporar actividades placenteras y momentos de descanso ayudará a reducir el estrés asociado.
- Mantener el contacto social: Las vacaciones suelen ser un momento de interacción con amigos y familiares. Es importante que los mayores mantengan estos vínculos sociales al regresar a su hogar, ya sea a través de visitas o llamadas telefónicas.
- Estimular la mente y el cuerpo: Realizar actividades físicas y mentales puede ayudar a contrarrestar los sentimientos de apatía o tristeza. Desde caminatas diarias hasta juegos de mesa, cualquier actividad que les mantenga activos será beneficiosa.
- Buscar apoyo profesional si es necesario: Si los síntomas persisten o se intensifican, es recomendable consultar con un profesional de la salud. Ellos pueden ofrecer orientación y, en caso necesario, un tratamiento adecuado.
Es esencial recordar que el síndrome postvacacional en personas mayores no es un síntoma de la edad, sino una reacción a los cambios en su rutina y entorno. Comprender y abordar este fenómeno desde una perspectiva empática es clave para asegurar el bienestar emocional de nuestros mayores en cualquier etapa del año.